Everytime we say goodbye. Ó Everytime we say hello, por qué no? Eso pensaba, entre otras cosas, el otro día mientras caminaba por la peatonal. Qué poco tiempo nos dedicamos a nosotros mismos, parece mentira que las navegaciones casi siempre terminen siendo tan sin querer queriendo. Si no fuera porque caminás, si no fuera porque te bañás, si no fuera porque perdés horas diarias viajando o porque de vez en cuando haces un fueguito, ni siquiera sabrías quién sos. Bue, ni que lo sepas. Eso pensaba.
Y que me iba a morir sin haberme visto jamás caminando también pensaba. Sin haberme visto en serio; porque si pasaba al costado de unos vidrios polarizados me veía, sí, pero me veía a mi caminando y mirándome a un espejo; no me veía a mí caminando. Y a la vez eso se extrapolaba así a todo rasgo de eso que no sabemos bien qué es, de nosotros. La fiel extrapolación compañera de los naufragios encubiertos; la imposibilidad de ser ajenos a lo que somos, la farsa de los espejos y su confusa lateralidad. Eso no sé si pensaba. Pucha pibe, si nacías en otra época te hacías filósofo y conocías los mejores cabarets de la época, años después los pibes te leerían de una fotocopia sin conocer tu cara. Dirías que naciste en el tiempo equivocado, o que naciste en el tiempo equivocado para nacer en el tiempo equivocado, o que naciste en el tiempo equivocado para nacer equivocado, pero no querés mentir.
Y en eso pasó una señora de esas que forman parte del abanico de personas que uno puede llegar a cruzar por la calle y saludar o no aleatoriamente. Si la escena se repetía diez veces, seguramente nos saludaríamos unas cinco veces y nos ignoraríamos otras cinco para ser fieles a las estadísticas. Pasó y eligió una de las primeras cinco opciones: "Chau" dijo. U "Hola", no lo recuerdo. Si lo recordará sería un relato circular y una excelente moraleja para incluir en cualquier mesa de café, pero no lo recuerdo. Quizás ni lo dijo o, lo más probable, dijo alguna de las opciones y mi ruido la tapó. No importa, en eso pensaba.
De un tiempo a esta parte cada rato es una despedida. No nos ahorramos ni una sonrisa por no malgastar el tiempo, por miedo al qué diremos y porque no nos sale. Queremos vivir años en minutos, adultos como niños, poniéndole alas al árbol que somos sabiendo que jamás hemos de olvidar las raíces que nos dieron vida. Y claro que ellas también lo saben, nadie ignora ni lo que fuimos, ni lo que somos, ni el vértigo de lo que seremos pero cuando el sol marca el camino no queda más que obedecerlo o secarse.
El cielo hará florecer tus alas, que así sea. Eso pensaba.